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PARÁBOLA DE LA SEMILLA DE MOSTAZA – JOHN ROMICK

 

La forma favorita de Jesús para enseñar eran las parábolas, pues Él siempre tomó cosas e imágenes fáciles de relacionar y de recordar a partir de la vida cotidiana y de la naturaleza para aplicar, a través de ellas, verdades eternas espirituales. Siguiendo la línea de interpretación práctica que usamos en la parábola anterior (La higuera estéril) vemos como en esta vida terrenal todo comienza con una  pequeña semilla que va creciendo. Es la ley del Génesis; la ley de la vida misma.

 

Todo comienza pequeño y crece: plantas, personas, una familia, una visión, una meta, un desafío, una idea, nuestra fe y nuestros talentos. Así las cosas, aunque en la vida operan milagros y sanidades instantáneas, ello no es lo normal. Normalmente las cosas de Dios operan por procesos. Éstas comienzan con una semilla que va creciendo, mejorando y dando fruto poco a poco.

 

Nunca debemos despreciar los pequeños comienzos, porque aunque nuestro principio haya sido pequeño, nuestro postrer estado será muy grande(Job 8:7).Nunca subestimemos el poder de crecimiento y de cosecha de una semilla.  Jesús usó el ejemplo de esta pequeña semilla de mostaza para animarnos y estimular nuestra fe, pues una semilla en nuestra vida, la podemos hacer crecer con fe y paciencia (Hebreos 6:12).

 

Gran fe comienza en forma pequeña, como un grano de mostaza (Mateo 17:20). No necesitamos de fe gigante o perfecta  para recibir de Dios, pero si necesitamos usar la fe que tenemos, e ir desarrollándola. Ciertamente debemos apreciar el valor de las pequeñas cosas. Por ejemplo, una sonrisa proveniente del espíritu humano renacido es algo muy bello e importante que marca una gran diferencia en la vida de las personas. Asimismo, un cumplido, una palabra de ánimo.

 

El mismo Plan de Redención comenzó con la promesa de algo pequeño, a partir de  la semilla de la mujer que aplastaría la cabeza de Satanás, hasta la suma exaltación de Jesús en el Cielo. Jesús comenzó como un bebé en Belén, que fue creciendo e inició su Ministerio con 12 discípulos hasta lo que vemos hoy en día, a través de su Cuerpo, la Iglesia. Dios cambió el mundo, gracias a una semilla. De ahí que Su Palabra es una semilla que debemos creer, tomar y abrazar. Asimismo, vemos muchos ejemplos, como el de aquel joven que se convertiría en el príncipe de los predicadores: Charles Spurgeon, gracias a la semilla de una Palabra(Isaías 45:22), que recibió con fe en su corazón.

 

Permanezcamos en la Palabra y jamás dejaremos de crecer. Cosas grandes toman tiempo. Bien señala un proverbio chino:” El viaje más largo comienza con el primer paso”. Lo más grande siempre comienza pequeño. Nuestra vida cristiana es un proceso que toma años. Debemos aprender a permanecer, y aun a sufrir un poco en el proceso de crecimiento;aprender a morir a nosotros mismos, a nuestra voluntad, ideas y opiniones(Juan 12:24), de  manera tal que nuestras semillas crezcan con el ADN de Dios, allí puesto. Sólo crecemos haciendo lo que Dios quiere, con un poco de dolor, paciencia e incluso frustración, echando primeramente, raíces muy profundas, aunque por largo tiempo, como el bambú, no se vean.

 

En nuestra vida necesitamos un sistema de profundas raíces en la Palabra, en las cosas de Dios; y solo porque no veas, por un tiempo, el crecimiento de una semilla, no significa que ésta no esté creciendo, dado que su naturaleza es justamente crecer. Si habláramos, por ejemplo, del matrimonio: su desarrollo como una sola carne (Efesios 5:31)es también un proceso hacia cada vez una mayor unidad.

Semillas no son designadas para permanecer como tales.Entonces, confía en el Señor y siembra en su viña. Siembra tu tiempo, tus talentos y tus finanzas. De seguro cosecharás lo que siembras, y esto funciona en todas las áreas de la vida. Siempre sembrando, siempre podando, siempre creciendo, siempre mejorando, siempre avanzando. Nuestra vida está diseñada por Dios para estirarse, para crecer, para avanzar, para quebrar la rutina, y no estancarse. Si nos estacionamos vendrán muchos problemas. Jesús crecía en todas las áreas (Lucas 2:52).

 

Cuando seas árbol grande recuerda que comenzaste como semilla. Cuando seas bendecido y tengas éxito no te envanezcas ante tus propios ojos, como aconteció con el rey Saúl, quien por mirar el árbol, mas no la semilla, no obedeció la Palabra de Dios.

 

No olvidemos nunca la importancia del sembrar y del crecer, más porque vivimos en una sociedad que solo quiere segar. Asimismo, recordemos cómo Cristo nos rescató, cuando estábamos  sin esperanza en el mundo, y cómo con Él comenzamos nuestro proceso de crecimiento. Podemos llegar a ser un gran árbol para que personas vengan y hagan nido, acogidas bajo la sombra de la bendición. Muchas aves vienen del mundo enfermas, agobiadas y quebrantadas de corazón. Crecemos para bendecir a otros

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