Ve a lavarte al estanque de Siloé

Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo:
Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que
pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.

Aunque viniera montando en un potro, el primer ministro es el primer ministro

En cierto lugar, el primer ministro tuvo una niña. Ella creció y se casó con un hijo del gobernador de una ciudad.

En el cumpleaños del gobernador, invitaron a los papás de sus nueras; llegaban en caballo con sus funcionarios, pero el primer ministro vino muy sencillamente en un caballo pequeño. Luego se sentó a hacer cosas importantes y de repente, comenzó a toser, todo el mundo se puso tenso: “Ustedes están sentados junto a mí, pero según la ley esto no está permitido”; los gobernadores se inclinaron sobre sus rodillas.

Aunque se vestía muy sencillamente, él era el primer ministro. Imagínense, ¿cómo estarían los hijos de Dios?
Aunque alguien se congregue, lea la Biblia, ore y ofrende, hay una gran diferencia entre el que es hijo de Dios y el que no.

Dios, deme una casa para anunciar el evangelio

Terminé mi servicio militar en 1969; quería servir al evangelio en Kimcheon, pero no había un edificio adecuado. Cuando caminaba por las calles, había muchos edificios.
—¡Dios, los dioses del mundo tienen edificios! Yo soy el siervo de Dios y quieroanunciar el evangelio, permítame una casa, por favor.

Aunque no tenía dinero, fui a averiguar sobre una casa. Casualmente me encontré con un misionero inglés que había orado mucho para alquilar una casa. Luego recibió una respuesta y me buscó, alquilamos una casa y anunciamos el evangelio juntos durante un año, fue un tiempo muy hermoso. De vez en cuando tenía dificultad y hambre, como me lo había prometido, el misionero no me ayudaba humanamente, pero Dios me ayudaba. Cuando el misionero regresó a su país, me entregó el recibo del depósito de la casa, yo estaba muy agradecido.

Si el siervo de Dios utiliza esta casa, ¿cómo podría oponerme?

Pero un día me estafaron, el dueño de la casa apostaba, entregó su casa al banco y escapó; el gerente de la sucursal del banco me buscaba y me pedía que desocupara la casa. Estaba pasando un momento muy difícil, pero Dios puso en mi corazón averiguar por una casa en el centro. Me encontré una casa que la renta era 200 dólares. Lamentablemente no tenía ese dinero, pero una noche me encontré con el dueño: “Señor, yo soy siervo de Dios. Vine a esta ciudad para anunciar el evangelio; había alquilado una casa con un depósito de 200 dólares, pero el dueño de la casa lo apostó y escapó. Por favor, no tengo dinero; permítame esta casa, pero no me trate como mendigo”.

El dueño me dijo: “Yo soy anciano de la iglesia en Jijoa. Dios me ha dado un edificio al lado de una vía muy linda, y ahora lo va a usar el siervo de Dios? ¿Como podría oponerme a usted? Claro, úsela”.

Encargué la mudanza a los hermanos y fui a evangelizar. Al terminar, oré: “Señor, cuando tú estabas en la tierra, no tenías casa. ¿Qué clase de ser humano soy yo para que me permitas esta casa? Muchas gracias, Señor. Viviré solamente por el evangelio.

Pudo ir al estanque de Siloé porque estaba ciego

Esta vez, leímos de un ciego de nacimiento. Entre los discípulos le preguntaron a Jesús: ¿Quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?

—Ni este pecó, ni sus padres: sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Jesús untó lodo en los ojos del ciego y le dijo que se lavara en el estanque de Siloé. Las personas primero se ven a sí mismas, sienten y toman una decisión; sin embargo, el invidente no tenía esa capacidad, tomó la decisión sobre lo que le decía el Señor: “Sí Señor, voy a ir al estanque de Siloé, me voy a lavar.” En el estanque, comenzó a lavar su rostro. Para él todo era maravilloso. ¡Esa es flor! ¡Ese es árbol! ¡Ese es nuestro sol!

¡El mundo de Dios así es! Mientras leía la Biblia, desechando mis propios pensamientos, me encontraba en el camino de Jesús.

Luego, me entregué a Dios para anunciar el evangelio. Ha habido dificultades, mucha gente se levantaba en mi contra;
pero Dios siempre estuvo conmigo.

No puedo creer que estoy predicando: “Dios, soy un hombre viejo. Ya casi llegará el día de presentarme ante mi Dios. Yo no soy nada, ¿Por qué me da esta preciosa gracia?”

Amados, si se despojan de sus pensamientos y reciben la palabra de Dios, su corazón será igual al de Dios.
He vivido en este mundo, teniendo dificultades y aflicciones, pero Dios nunca me ha abandonado, en cada momento me ha ayudado, y puedo anunciar el evangelio tan gozoso como hoy. Dios salvó a aquel que al igual que yo, vivía en los pecados, estoy muy agradecido por anunciar el evangelio.

Los que escuchan y creen la palabra de Jesús y los que recibieron el perdón de pecados, ya no deberían tratar de ser felices. Si su corazón se conecta con el corazón de Jesucristo, rebosará la esperanza y van a ser bienaventurados.

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