La preservación de la vida en estos tiempos de crisis humanitaria por causa del Covid-19, compite de hecho con la necesidad de la conservación de los negocios y los empleos. Parecieran como dos polos diametralmente opuestos. En medio de esta “peste destructora”, han aflorado las más antagónicas posiciones sobre la actitud a asumir, que van desde el inicial negacionismo absoluto de la existencia de una pandemia mortal, hasta el aislacionismo de las cuarentenas estrictas. A los países y a los gobiernos de una y otra posición, el paso del tiempo les ha dejado valiosas lecciones.
La realidad de la sobrevivencia de poseedores y desposeídos de los bienes en la tierra, ha influido en una transacción intuitiva orientada a armonizar ambos extremos en una especie “pacto social de emergencia” en diferentes naciones, dando lugar a reaperturas graduales de la economía, bajo llamados a la observancia de medidas de bioseguridad.
En algunas poblaciones de Colombia, tal y como sucede en otras partes del mundo, no se ha registrado ningún caso positivo, lo cual no confiere ninguna inmunidad frente al peligro de contagio de sus habitantes. Luego de una curva ascendente, no sólo se ha estabilizado el número de contagios sino parece lentamente orientado a la baja. Aun así, el gobierno y los Epidemiólogos temen un “rebrote del contagio, por causa de la interacción social”. El virus sigue allá afuera.
Ante esta situación objetiva se asoma hoy la Iglesia Cristiana en nuestra nación, adoptando diversas posiciones y estrategias. La inmensa mayoría, de conformidad con sus condiciones económicas, estructurales y logísticas, se ha decidido por permanecer con las puertas cerradas. Algunas con espacios más amplios, en sus parqueaderos han adoptado la modalidad del auto culto. Otras, congregaciones de menos membresía, se han decidido por la apertura con estricto apego al Protocolo de Bioseguridad, incrementando el número de cultos.
Ahora bien. Esta misma y tangible realidad nos muestra, en la generalidad de las denominaciones, “templos cerrados y biblias abiertas”. No son pocas las Iglesias Cristianas, que han conquistado el ciberespacio y comienzan a tener acreditados sus espacios virtuales de enseñanza de la Palabra de Dios, con una programación regular a la cual se viene sumando nueva membresía, que no tenían antes del comienzo de la crisis. Se les han adherido creyentes inclusive de otras naciones. Así lo informaba en uno de los conversatorios del Periódico Valores Cristianos un reconocido Pastor.
En el internet los Ministerios de la Iglesia Cristiana deben dejar fluir la Palabra de Dios como “ríos de agua viva”. El conocer el manejo de plataformas virtuales, está en orden del día de la capacitación pastoral, del liderazgo, de los hermanos y el de renovar el tradicional formato de presentación de los mensajes. Integrantes de los grupos musicales de adoración y alabanza, deben también ser capacitados en estos sistemas y observar las medidas de bioseguridad. Recomendación extendida a quienes ejercen consejería y labor social.
Pero no sólo en el internet, también en la prensa, en la radio, en las revistas y en la televisión, los Ministerios de la Iglesia Cristiana deben seguir compartiendo las enseñanzas de Dios. Ministerios esforzados y valientes, porque una humanidad azotada por la adversidad, la enfermedad y la amenaza de la muerte, toca las puertas del corazón de Pastores, Líderes y hermanos de la fe, que deben permanecer abiertas como los amorosos brazos de nuestro Señor Jesucristo. Algunos miembros de la Iglesia Cristiana se han visto afectados por el virus silencioso. Unos han fallecido y otros han visto morir a sus familiares. El ministerio de la misericordia con el prójimo, que aquí en la tierra enseñara nuestro Redentor y Salvador, nos llama a la oración de intercesión y a la solidaridad social.
Es nuestro deber, seguir atendiendo al llamado del Señor: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. (Romanos 12:2). No debemos dejar apagar la llama de la fe en nuestros corazones. Estos son tiempos de avivamiento en la Iglesia Cristiana. Así, podemos seguir cumpliendo con la Gran Comisión del Evangelismo y el plan perfecto de Dios para cada uno de nosotros.
Yecid Celis Melgarejo
Defensa Pública de la Fe
yecemel@hotmail.com