Las primeras cosas primero. Parte 4.

 

 

1 Pedro 4:.8 nos anima a tener ferviente amor entre nosotros, bajo el entendido de amar primeramente a Dios, porque el amor cubre multitud de pecados. Cuando alguien es tibio no quiere encubrir pecados; antes bien, los delata, los descubre, los habla. Ciertamente, cualquiera puede descubrir pecados, pero cubrirlos toma amor de Dios; buscarle, orar, meditar en su Palabra, ayudar a otros, servirle y seguirle con espíritu ferviente. ¿Cómo puede un cristiano no orar?  Probablemente no sabe cómo hacerlo, pues orar  es una deleitosa aventura.

 

Veamos algunos asesinos de nuestra pasión por Cristo. Si los evitamos, mantendremos nuestra pasión por Él.

 

  1. Un conflicto no resuelto. Un siervo, un hijo de Dios, no debe ser contencioso sino amable para con todos (2 Timoteo 2:24). Un conflicto, una pelea, destruye lo que tenemos en Cristo; mata toda la pasión y el fuego por Él y por  sus cosas. Si bien no puedes controlar a otra persona, si puedes controlar tus emociones. Tengamos cuidado con la ira, pues ésta mata la verdadera vida, la vida espiritual, y Jesús es la vida. La ira destruye la comunión con Él. Job 5:2, dice: “Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia”. El furor despedaza el alma (Job 18:4). Ira prolongada es muy peligrosa. No debe ponerse el sol sobre nuestro enojo. (Efesios 4:26). En veces puede éste sobrevenirnos, pero debemos sepultarlo  con prontitud.

Nada debemos tener contra nadie, ni dar lugar a la ofensa. Antes bien, debemos desatar a las personas en las manos de Dios. Él se encargará. Si tenemos que protegernos contra alguien, lo haremos sin ira y sin contienda. En el Antiguo Pacto  los hombres peleaban entre sí, sin tratar con el diablo. Por el contrario, bajo el Nuevo Pacto peleamos con el diablo y desatamos a las personas.

  1. Vivir sin propósito. Es como navegar sin rumbo, sin pasión. Visión engendra pasión. Vivir solo por nosotros mismos y por nuestras cosas es un propósito muy pequeño. Isaías 49:4, señala: “Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas (…)” Vivamos por algo más grande que por nosotros mismos; vivamos por el Reino de Dios, por una causa mayor para la cual Él nos da la habilidad y el deseo (Filipenses 2:13) por cuanto Él mismo es nuestro disfrute y la razón de nuestro vivir (Filipenses 1:21)

 

  1. Un espíritu deshidratado o desnutrido. Algunos síntomas de desnutrición espiritual, son: 1. Fatiga – pereza – por las cosas de Dios. No nos es viable vivir con una comida semanal. Nos alimentamos permanentemente con su Palabra y Espíritu. 2. Tristeza, depresión, inconformidad, queja y crítica. Nos llenamos del gozo de la Salvación  y nos fortalecemos en el Señor y en poder de su fuerza para caminar en Él (Efesios 6:10). Somos alegres. 3. Dificultad para la atención y el rendimiento; confusión y desubicación.  Ello no es normal para un cristiano, pues en Él tenemos propósito y destino.

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