LA SEMILLA INCORRUPTIBLE

Somos renacidos de la simiente incorruptible – de la Palabra de Dios – que vive y permanece para siempre (1 Pedro 1:23). La Palabra no es como una semilla. Es semilla; no imitación de semilla. Es la semilla original y las demás semillas que tenemos en el Reino de Dios son el resultado de ella. Al creer y recibir la Palabra de Dios en nuestro corazón, fuimos por ella renacidos – creados de nuevo – espiritualmente; y todo lo demás en nuestra vida cristiana funciona de la misma manera, mediante semillas de la Palabra que van creciendo y dando fruto.

Si fuimos renacidos de la semilla incorruptible de Dios y hechos a su semejanza, somos y permanecemos para siempre como ella. Al ser nuestra existencia eterna debemos pensar en función de la eternidad, pues Dios tiene para nosotros amplia y generosa entrada en su Reino Celestial. En este sentido de eternidad, esta vida terrenal es el peor momento de nuestra existencia. Algo muchísimo mejor viene, y por ello no tenemos ningún temor a la muerte física como sí la tienen los pecadores, para quienes esta vida terrenal es el mejor momento de su existencia frente a lo que viene para ellos después.

Somos labranza, jardín, finca, tierra del Señor. El Señor tomó tierra para formar a Adán y al soplar aliento de vida en su nariz, fue Adán alma viviente (Génesis 2:7). Al ser formados de tierra, somos tierra para llevar fruto. Si nuestro cuerpo es tierra e imagen de nuestro hombre interior; entonces nuestro corazón es tierra que necesita ser regada y cultivada. Es muy importante entender que nosotros mismos somos huertos de Dios. La Palabra lo ilustra muy bien. El Señor puso a Adán en el huerto para mostrarle como funciona Él y su Reino. Ciertamente, el Señor puso un huerto – Adán – en el huerto – Edén -. Adán era huerto puesto en el huerto, pero cuando Adán le creyó al diablo, tomando y abrazando en su corazón su semilla corruptible, ésta produjo en él una cosecha mala de muerte.

El buen uso de palabras es importante. Palabras no son solo para comunicarnos ni para expresar pensamientos, ideas, opiniones y emociones. Esto es su uso secundario, no principal. Cuando Dios – Elohim- creó el Universo, Él habló mostrando la función de sus palabras. Palabras son para crear. Él dijo: sea la luz, y, entonces, la semilla de luz salió de su boca e inmediatamente, sin resistencia, fue y fructificó. Nosotros al ser imitadores de Dios, como hijos amados (Efesios 5:1), y al ser labranza de Él, creemos y hablamos la Buena Palabra de Dios, la Semilla Incorruptible.

Asimismo, Dios espera que nosotros produzcamos y llevemos mucho fruto; lo cual sin semilla es imposible. Y ello es un proceso, en el que Él quiere que fluyamos. Proceso a través del cual plantamos la semilla, la regamos, la podamos, la limpiamos, la cuidamos diligentemente y le damos espacio suficiente para que no se ahogue y pueda crecer y dar abundante cosecha.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *