Parecería extraño para muchos, analizar un delito como la violencia intrafamiliar, desde la óptica bíblica, pero esta ha sido, el arma más letal que el enemigo ha estado utilizando desde tiempos inmemoriales contra las emociones más íntimas, del denominado, núcleo fundamental de la sociedad, “La Familia”; tema álgido, prácticamente ni lo mencionamos, pero está ahí, fue el diario vivir en muchos de los hogares, parece que hubiésemos endiosado a los patriarcas bíblicos, pero ellos a diferencia de nosotros, Dios tenía un pacto diferente con ellos, nosotros en el tiempo de la gracia, gozamos de una oportunidad de salvación y de una nueva vida tras el arrepentimiento, bautismo en agua y recepción del Espíritu Santo.
Un análisis general sobre el caos que genera la violencia intrafamiliar, en una familia, indica, que se destruye el vínculo de respeto en la vida íntima de cada uno de los integrantes de aquellos, cumple esta conducta, las características con las cuales es calificado el enemigo de nuestras almas, ya que se roba la paz y la confianza, destruyendo esa unidad doméstica, es por ello que el mismo Señor Jesucristo, predico que el enemigo, solo bien para hurtar, matar y destruir.
La palabra nos previene que este, anda como león rugiente, buscando a quien devorar y en este contexto, pareciera tuviera el control, para accionar esa arma contra la familia, utiliza sus instrumentos y va tejiendo una red alrededor de los hogares, la jurisprudencia tipifica este el delito de violencia intrafamiliar, como un delito silencioso.
Traeré a la memoria, algunas de las historias bíblicas que hemos leído una y otra vez y hasta, la hemos enseñado a nuestros niños, desde el punto de vista de lossentimientos y emociones de algunos personajes como, Caín quién, se llenó de enojo, ira, envidia, frustración, cobardía, las cuales concluyeron en la producción de la primera muerte de la humanidad.
Mas adelante entre Noe y Cam, se manifestó el descontrol, el irrespeto, la perversión dando como resultado la ira, que dividió la familia; en el hogar de Abraham, Sara, Agar e Ismael, el desespero, los celos, la altivez, el bullyng, los resentimientos, el desprecio y la humillación, forjaron el destierro y abandono de dos de esos miembros; historia que se repite en las relaciones de Isaac, Rebeca, Jacob Y Esaú, donde el favoritismo del padre, genera envidia, ira, dolor, amargura, desprecio y humillación, emociones que pareciera, fueran trasmitidas a sus descendientes, que generaron conductas como la tentativa de homicidio, el secuestro y posterior destierro de José hacia Egipto.
Si vemos al Rey David, su niñez la vio desde la óptica de las preferencias por hacia sus hermanos mayores, el orgullo, la vanidad, la altivez, la humillación, el desprecio, las pudo evidenciar el profeta Samuel, al llegar a ungir al futuro Rey, y ello fue practicado después por él, con su misma prole, tanto que, entre sus propios hijos, se generó violencia sexual y homicidios.
La funesta consecuencia de la caída del hombre por la desobediencia, género que el pecado, entró en el corazón del hombre, pero el Señor Dios, pronunció algo muy importante, que los descendencientes de Adán y Eva, no han querido escuchar, mucho menos poner en práctica, “… el pecado está a la puerta, acechando, con todo, tú lo dominarás”.
El confinamiento surgido por la pandemia, desbordó dentro de muchas familias de todos los estratos, múltiples conductas violentas lamentablemente realizadas por hombres en su mayoría contra la mujer y sus hijos, tuvo el Estado que reabrir las Comisarías de Familia, las autoridades tuvieron que sacar del seno de sus hogares en muchos casos a mujeres y esconderlas para que su esposo o compañero, no las matara.
Pero lo realmente triste, es evidenciar como en algunos hogares cristianos, estos actos se han convertido, en el pan de cada día, ya no es cosa del pasado, está latente en el seno de las familias que vienen a la iglesia, estas conductas en su génesis son justificadas por la, o las víctimas, la sumisión de estas, pasan a ser manipuladas por el victimario, cabe anotar que la dependencia económica y la infidelidad por parte del agresor, es uno de los determinantes principales, para ejecutar estas conductas contra la familia, papá o mamá, traen unos esquemas psicológicos de violencia arraigados y lo peor, el viejo hombre no ha muerto, encontrando el enemigo un campo perfecto para atacar y destruir los hogares.
Este tipo de conductas, destelladas en contra de la familia, aquel núcleo fundamental de la iglesia y la sociedad, reflejan que muchos “cristianos”, no han permitido que la obra redentora en la cruz del calvario, se culmine, ya que el viejo hombre no ha muerto, la palabra nos dice: “…ya no vivo yo, más Cristo vive en mi”, somos nuevas criaturas en Cristo Jesús, el enemigo fue entregado, vencido en la cruz del calvario, no se puede levantar a destruir uno d ellos bienes más preciado, que nos ha sido dado, nuestra mayordomía, nuestros hogar.
María del Pilar Rodríguez Paco, abogada, egresada de Uniciencia, Diacona, consejera.
