El Florero de Llorente

Estaríamos equivocados al afirmar que esta ola de protestas desatada en
Colombia contra la fallida reforma fiscal planteada por el exministro de Hacienda
saliente, Alberto Carrasquilla, al dar a conocer su ignorancia en los precios de la
canasta familiar y afirmar que en Colombia una docena de huevos vale $1.800.oo
pesos, un error craso para todo un ministro desinformado e incoherente con la
realidad del país.
Lo que, si es cierto, es que la suma de acontecimientos anteriores, más el
agregado de una cuarentena que parece interminable, llevó a un cumulo de
injusticias represadas dentro de una sociedad que clama a gritos ¡JUSTICIA!
Todo lo anterior, ha derivado en un reguero de sangre al que el Gobierno debe
poner fin urgentemente. El presidente, Iván Duque, tiene que convocar un gran
pacto de unidad, escuchar el clamor del pueblo, acabar con los abusos policiales y
establecer responsabilidades. La sangre de los muertos derramada en el asfalto
de nuestras calles colombianas, claman a grito entero un cese total de esa horrible
noche.
Es nuestro deber como cristianos orar e interceder por nuestras autoridades, ya
que por Dios han sido establecidas. El hecho de que las movilizaciones hayan
continuado después de que Duque retirase su proyecto fiscal, el pasado sábado 8
de abril, muestra la profundidad del malestar ciudadano. Pero ese planteamiento
de Reforma Tributaria, fue el detonante de un inconformismo generado por la
desigualdad y el aumento de la pobreza, factores que unidos a la pandemia
conllevo a la expresión de salir a las calles de manera unánime, no importando
desafiar las mismas autoridades y el posible aumento pandémico. A ello se ha
unido una represión policial intolerable, criticada desde hace tiempo por muchos
sectores políticos, de la sociedad civil y organismos internacionales y de la que
esta semana han llegado a alertar la Organización de las Naciones Unidas y la
Unión Europea.
La brutalidad policial es algo de lo que se viene alertando desde las protestas de 2019 para nada ayudan, en este sentido, declaraciones como las del expresidente Álvaro Uribe, que animó a las fuerzas de seguridad a utilizar las
armas. Colombia, con una historia reciente marcada por la violencia, no necesita
que ninguno de sus dirigentes eche más leña al fuego.
Es hora de que todos los actores políticos colombianos aparten cualquier tipo de
cálculo electoral y asuman la responsabilidad con los ciudadanos. Los titubeos del
presidente, que por un lado llama a construir un diálogo nacional y por otro estudia
la posibilidad de declarar el estado de conmoción interior, deben parar. Haría bien
Iván Duque en escuchar los reclamos de quienes han salido a protestar, en su
gran mayoría pacíficamente, al tiempo que frena los excesos de las fuerzas de
orden público que, en última instancia, dependen de él.
No obstante, el anterior análisis debe ser observado a la luz de la Palabra de Dios.
La raíz de todos los males es el amor al dinero. No hay nada más corrupto que el
corazón humano. Su tendencia es el hacer el mal. No hay justo ni aun uno. Por
cuanto todos somos pecadores, estamos destituidos de la gloria de Dios. Se
requiere una nueva naturaleza, una nueva identidad, un verdadero cambio y
reconocimiento de nuestros errores. No podemos seguir con la consigna de
colombianos matando a otros colombianos. Solo Dios puede cambiar el corazón
corrupto de cada uno de nosotros. Esa es la solución.

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