EL ANTÍDOTO

Primera parte

Por Pst. Alba Romick

Debido a la circunstancia por la que estamos atravesando a causa del virus que azota al mundo, anhelamos ardientemente tener una vacuna, un antídoto para poder darle una solución. Y yo te digo algo: en lo sobrenatural el antídoto ya ha sido creado desde hace 2.000 años.

La Biblia en el libro de Números 21:4-9 nos cuenta la historia de la serpiente de bronce. Dice la Palabra que Dios había sacado de Egipto al pueblo de Israel en bendición y lo había liberado de la esclavitud. Y esta historia nos hace caer en cuenta que cuando estamos atravesando situaciones difíciles, muchas veces tenemos la tendencia de murmurar y de pensar que los tiempos pasados fueron mejores. Debemos tener cuidado de no venir en contra de Dios, porque si no conocemos a nuestro buen Dios vamos a preguntarle: ¿Dios Tú porque lo haces? ¿Tú porque permites esto por lo que estoy pasando?

Eso fue lo que sucedió con el pueblo de Israel: Dios los había sacado de la esclavitud, había hecho milagros en medio de ellos, les había mostrado su amor, los estaba guiando hacia la tierra prometida y el pueblo se estaba quejando. Y yo te digo algo: si tú quieres llegar a tu tierra prometida y alcanzar las bendiciones que Dios tiene para ti, aunque el camino no sea fácil tienes que atravesarlo por fe. Por eso, en las actuales circunstancias quiero animarte a que no pongas tus ojos en ellas sino en Jesús, Él está de nuestro lado y nos va a llevar en victoria hasta el otro lado.

El pueblo de Israel había visto la bondad de Dios y Él mismo les había provisto el alimento. Y en estos días yo creo que muchos hemos cambiado nuestra dieta por diferentes circunstancias, pero a pesar de ello cada vez que te sientes a tu mesa agradécele a Dios porque está poniendo alimento en tu mesa. No seamos como los israelitas que empezaron a quejarse: ¡era mejor cuando estábamos en Egipto! ¡Era mejor antes de servirte! ¡Era mejor antes de que estuvieras en mi vida Señor! Se impacientaron y empezaron a murmurar en contra de Dios y en contra de sus líderes y esto es pecado; o sea, abrieron la puerta permitiendo que el veneno de la murmuración entrara en sus corazones y fueran contaminados.

Ten cuidado de no levantar tu voz en contra de Dios. Este no es un tiempo para murmurar sino para acercarnos a Su presencia y buscar su Palabra. Es un tiempo como nunca antes para despojarnos de todo peso, de todo pecado que nos asedia. Es momento de levantarnos y correr con paciencia la carrera que Él ha puesto delante de nosotros. Esta es una oportunidad para declarar victoria, para ser agradecidos con el Señor por el alimento, por el bienestar de la familia, por el trabajo o el negocio porque estás prosperando. Le servimos a un Dios fiel que no nos deja desamparados, que pelea por nosotros y que va delante de nosotros. Tenemos que mantener nuestra confianza puesta en que vamos a salir en victoria de todo esto que ha estado sucediendo.

Debemos cuidar en este tiempo de dificultades que no tengamos un corazón ingrato. Que no seamos como los israelitas que después de haber experimentado el amor y el poder de Dios olvidemos de donde nos ha sacado el Señor.  Dios nos ha provisto muchas veces y si Él lo ha hecho una vez Él va a continuar haciéndolo. A Él no se le olvidan sus promesas. Él va a seguir dándonos el maná del cielo para nuestra vida. El problema radica en que si no somos agradecidos esto trae consecuencias y empezamos a alejarnos de Dios. Tú puedes decir que amas a Dios, pero si no estás cercano a Él abres la puerta al pecado.

El versículo 6 de Números 21 dice: “Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel”.  El Señor no es un Dios que castiga, pero cuando nos salimos de su protección y cuidado abrimos una puerta, como lo hicieron los israelitas a través de sus quejas. Algunas personas piensan que el pecado es solamente matar o robar, pero murmurar también lo es. Dios no puede estar en un ambiente de quejas y murmuraciones. El pecado nos aparta de Dios y no queremos estar alejados de Dios.

 Entonces ¿Qué podemos hacer? La respuesta la encontramos en el versículo 7 de Números 21: “El pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo”. Se dieron cuenta que lo que estaba pasando era a causa del pecado; por lo tanto, tuvieron que arrepentirse y pedirle a Moisés que interviniera por ellos. Nosotros, igualmente, debemos expresar arrepentimiento sabiendo que Dios nos escucha. En el libro Segunda de Crónicas, en el Antiguo Testamento, Él dice: “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.

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