Covid-19: La vida de un estudiante en Europa atrapado por la pandemia

Laura Beltrán
Columnista Internacional
Valores Cristianos

Dicen que “nadie es profeta en su tierra” y por eso muchos colombianos abandonan el país para alcanzar sus sueños. Esta porción bíblica, (Lucas 4:24) que incluso se convirtió en refrán popular, sugiere que si una persona no encuentra las suficientes oportunidades en un lugar debería emigrar como lo hicieron varios profetas.

Y aunque viajar a nuevos destinos parece muy interesante, tiene muchas caras para ser enfrentadas. Por un lado la soledad se vuelve el amigo fiel, la nostalgia de la familia es el pan en la mesa y el sacrificio económico es desgastante. Si a esto le sumamos la pandemia por el Covid-19, con privación de libertad como medida para contener el brote, la situación comienza a tornarse insostenible.

Así vivió Matias Vargas su estancia por estudios en Madrid, España acompañado del virus. España es el sexto país del mundo con más casos por Covid-19 con 1.417.709 personas infectadas.

A pesar del endurecimiento de las medidas para contener el re-brote, la tendencia sigue negativa para los residentes en la madre patria. Matias llegó a Madrid en el 2019 para realizar una maestría en comunicación y periodismo. Todo iba bien hasta que el 14 de marzo del 2020 el Gobierno Nacional de España decretó 15 días de estado de alarma con confinamiento obligatorio en todo el territorio español, medida que se extendió hasta el 20 de mayo con algunas flexibilizaciones durante las prórrogas. La “nueva normalidad” trajo algunas restricciones y obligaciones que debían cumplir los ciudadanos, como el uso de la mascarilla y los protocolos de seguridad.

¿Matias cuéntenos cómo vivió la cuarentena en España?
M. Bueno, la verdad fue una situación difícil. Primero porque era la primera vez, y creo que para la mayoría de las personas, que nos enfrentábamos a una situación similar. Yo vivía en una casa de familia donde me arrendaban una habitación. Nosotros los estudiantes fuimos los primeros que mandaron para las casas. Un día nos anunciaron que no íbamos a volver a clases presenciales por, al menos, 15 días.

Yo pensé que 15 días pasarían muy rápido. Mis compañeros y yo nunca nos imaginamos que no volveríamos a pisar un salón de clases. Yo puedo decir que durante el confinamiento no estuve tan desocupado. En las mañanas hacía mis prácticas por teletrabajo con el Real Madrid y en la tarde tenía clases virtuales. Lo más difícil fue no haber recibido ninguna ayuda en la rebaja de las mensualidades por parte de la universidad. Incluso sabiendo el esfuerzo económico que estaban haciendo las familias en tiempos de pandemia.

Acostumbrarse a no salir y a vivir en un cuarto de cuatro metros cuadrados no es nada fácil. El miedo infundado por los medios de comunicación, la zozobra de pensar en la salud de mis papás y familiares, el estrés y la ansiedad se apoderan de la mente. Recuerdo que no veía muchas noticias, pero cada 15 días esperaba que se acabara el confinamiento. Durante un tiempo perdí la motivación por el estudio, en otros momentos me peleé con Netflix y otros tantos me resguardaba entre libros sin salir del cuarto. Sin embargo, la familia con la que vivía me ayudó económicamente regalándome dos meses de arriendo disminuyendo la carga anímica y económica tanto para mis papás como para mí.

¿Cómo era salir al supermercado para abastecerse?
R. Esto fue lo más loco que he visto. Cuando nos dijeron que todos teníamos que encerrarnos la gente salió corriendo a los supermercados y en cinco horas ya no había alimentos ni papel higiénico, aparte del caos generalizado, las filas, etc. Yo como buen colombiano dejé todo para lo último y durante esa semana tuve que pedirle a la señora de la casa que me dejara consumir alimentos de su mercado mientras yo podía salir para reponérselos.

Las filas eran eternas y como de cuatro cuadras. Todas las personas usaban tapabocas, guardaban la distancia de dos metros y se notaba en sus rostros el miedo. Salía uno y entraba otro. Eso sí nunca hubo desabastecimiento.
M.
Soñábamos con una fiesta para celebrar. Creo que no entendíamos la magnitud de lo que se estaba viviendo. Cuando salimos del “sueño” y nos dimos cuenta el golpe de realidad fue duro. Todo había cambiado. Recuerdo que solo podíamos estar un máximo de 5 personas en una casa, así que nos reunimos en el apto de una amigo que sí le había tocado pasar la cuarentena solo literalmente y al que le pegó más duro el encierro. Cocinamos y tomamos un par de cervezas, eso fue todo. Eso sí, la alegría de vernos se sintió en el abrazo.

¿Cómo volvió al país si estaban los aeropuertos cerrados?
M.
Por medio de un vuelo humanitario. Me inscribí en la página del consulado y quedé a la espera. Un mes y medio después me llamaron para avisarme que había sido seleccionado para volar hacia Colombia el 24 de septiembre. Por la cantidad de personas que llenaron el formulario en la página las posibilidades de ser seleccionado eran mínimas. De hecho yo pude viajar en el tercer avión, osea en la tercera fecha después de mi inscripción.

¿Cómo fue su experiencia con el consulado de Colombia para solucionar el tema de los extranjeros varados en el exterior?
R.
La verdad a mí me fue muy bien. No conozco otros casos o otras solicitudes, pero en mi caso en particular la atención fue eficiente, la información clara y rápida. Eso sí, todo online porque por teléfono es imposible comunicarse.

¿Conoce casos de otras personas compañeros que hayan pasado por la misma situación y sigan atrapados en España?
R.
Sí, tengo un par de compañeros que siguen en España que no pudieron regresar en ningún vuelo humanitario y, por la difícil situación económica, han tenido que trabajar para poderse sostener aun sin tener los permisos necesarios. A uno de ellos lo recibió un amigo español en su casa mientras puede volver en un vuelo, ya sea comercial o humanitario.

La adaptación ha sido difícil, sobre todo por el cambio cultural y social. España tiene sus problemas, pero tiene otras posibilidades. También estoy feliz de ver a mi familia y corroborar que están bien. Creo que todo en familia es más fácil y esto unió mucho a las personas. Incluso creo que la gente cambió para bien, o bueno, el mundo también cambió. Los únicos que no cambian son los políticos jajaja.

Por otro lado, llegué y Colombia sigue igual, los mismos huecos, la falta de oportunidades y los problemas de siempre. Yo me fui con la ilusión de encontrar un mejor futuro profesional y por culpa del Covid-19 todo se fue al traste. El mundo cambió y no sé si quiero subirme en ese bus, lo que sí tengo claro es que mi futuro está en otras latitudes. Viajar y aventurarse hasta encontrar nuestro lugar en el planeta debería volverse más común.

Por último, ¿Qué le dejó su experiencia en Europa en tiempos de Covid y en general?
M. El año que viví allí fue muy enriquecedor. Aprendí sobre otras culturas, no solo la española. Me dejó ganas de seguir viajando y explorar otros lugares. Me ratificó que en Colombia, para muchos, es muy difícil progresar, pero también me enseñó que uno lejos lo único que tiene es a su familia. Estas cosas se extrañan mas viviendo lejos. El bendito Covid me enseñó a valorar más las cosas simples de la vida como abrazar a mis viejos, salir a caminar o compartir un plato de comida en la mesa sin mirar el celular. Me dejó más ganas de vivir la vida real que la vida virtual.

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