
En la realidad de estos días, un auténtico cristiano puede llegar a entender el anhelo del pueblo judío por visitar al menos una vez al año el templo en Jerusalén. Así se registra en el Nuevo Testamento, respecto de Jesús de Nazaret: “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre”. (Lucas 2:41-43). José y María regresaron a Jerusalén: “Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas”. (Lucas 2:46-47). Jehová ordenó celebrar la salida del Pueblo de Israel, de la esclavitud en Egipto, en la Fiesta de la Pascua, que hace parte del calendario profético de Dios. “Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro”. (Amós 8:9). El apóstol da cuenta de su cumplimiento: “Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena”. (Mateo 27:45). El sacrificio de Jesús en la cruz ocurrió a la misma hora cuando era sacrificado el cordero en el Templo.
En medio de la crisis por el COVID-19, muchos no han aprendido esta divina lección. La diferencia entre lo sustancial y lo formal prevalece hasta hoy. La gente del común preocupada por la apertura de los lugares de esparcimiento. El cristiano deseando ver las puertas abiertas de sus lugares de recogimiento. Templos con puertas abiertas como los amorosos brazos de nuestro Señor Jesucristo en la cruz. Así, para el hijo de Dios no es noticia nueva el anuncio en los medios de comunicación, de la autorización a las Iglesias Cristianas de operar a cielos abiertos. Resulta paradójico, desde el punto de vista espiritual, porque cielos abiertos ha tenido siempre la Iglesia Cristiana desde su nacimiento.
Ahora bien, desde el punto de vista funcional terrenal, en estos momentos sólo pueden operar “a cielo abierto”, según el término acuñado por los medios, las iglesias más grandes, que cuentan con parqueaderos amplios. Eso lo habíamos acotado hace tiempo. Sin embargo, los Pastores de la Iglesia Cristiana deben tener en cuenta de manera puntual:
1.- El COVID-19 sigue ahí y todavía no existe una vacuna, independientemente de la controversia en redes sobre si cada persona decide aceptar su aplicación o no.
2.- En las poblaciones sin registro de contagios de COVID-19, se puso en marcha inicialmente un Plan Piloto de Bioseguridad. En varios municipios del país, Iglesias Cristianas han abierto las puertas de sus templos bajo ese esquema gubernamental.
3.- Los ojos de los medios de comunicación van a estar puestos sobre la Iglesia Cristiana, desde el momento de su apertura en las grandes ciudades, donde se ha evidenciado una mayor tasa de contagio. Apertura, que se anuncia para el mes de septiembre. Una noticia de desconocimiento de las normas de bioseguridad y distanciamiento social puede determinar el cierre de un templo. Como Abogado les puedo asegurar, sin lugar a equívocos, que no se trataría de una cuestión de libertad religiosa, porque la responsabilidad social está consagrada en la Ley 133 de 1994: “Artículo 4o. El ejercicio de los derechos dimanantes de la libertad religiosa y de cultos, tiene como único límite la protección del derecho de los demás al ejercicio de sus libertades públicas y derechos fundamentales, así como la salvaguarda de la seguridad, de la salud y de la moralidad pública, elementos constitutivos del orden público, protegido por la ley en una sociedad democrática. (…)”. (Subrayado del columnista).
4.- De lo anterior se puede colegir, que efectivamente el Pastor de una Iglesia Cristiana, puede llegar a ser sancionado por causa del desconocimiento de la Resolución No. 1120 del 3 de julio de 2020, en su Protocolo – Anexo Técnico, que constituye el corazón de las medidas de Bioseguridad, a observar por todas las denominaciones cristianas. Es un asunto de prudencia como lo aconseja la Palabra de Dios. Amados Pastores, entendemos su anhelo de ver prontamente abierto su Templo y saben de nuestro ardiente deseo de volver a tener sus enseñanzas presenciales y a nuestro compartir unánimes juntos; pero este, como decía el querido Hermano Pablo, es un “mensaje a la conciencia”.
Yecid Celis Melgarejo
Defensa Pública de la Fe
yecemel@hotmail.com
Periodista Valores Cristianos
28.08.2020.